domingo, 28 de octubre de 2012

Todo lo que a Ismael le sale natural, a mí me sale mal



Ismael Cala es todo aquello que sueño y jamás seré: flexible y ligero como el extraterrestre de Roswell, aseado, erguido, correctamente entrenado y balanceadamente alimentado, tonificado, perfumado, blanquísimo en dentadura, encantador, seguramente ágil bailarín (*), exquisito en el trato y con facilidad para relacionarse y practicar escalada en la sociedad. Si yo fuera Batman, quisiera a Cala de Robin, y entiéndase sin doble sentido.

Hasta la interjección “¡Guao!”, siempre tan falsa cuando la escucho escaparse cual flatulencia de mi boca, a Cala le sale natural. Una actriz colombiana entrevistada (Carolina Acevedo) dice que su película metió 92 mil personas en los cines y allí está Cala: ¡Guao! “Mi sueño es trabajar con Pedro Almodóvar”, confiesa ella, y él de nuevo, casi sin esperar que pronuncie el “Dóvar”: ¡Guao!

Cuando ya hace rato cambiaron de tema, en la despedida él recuerda, galante: “Sé que voy a verte en una película de Almodóvar”. Ahora digo yo: ¡Guao!

Para un usuario venezolano de televisión por suscripción, un lujo que bondadosamente aún se nos concede, el programa Cala (CNN en Español, lunes a viernes, 8:30 pm) sostiene la ilusión de que Latinoamérica y España forman una comunidad de la que uno, al que en todos esos otros países examinarán como el bicho raro de la tierra del presidente reelecto para dos décadas, no está demasiado lejos.
El periodista cubano que se robó el show en el Miss Venezuela, un 007 bronceado con licencia para la indiscreción, departe con Daddy Yankee, cuyo cabello y rostro son superficies homogéneas como las de un avatar de Internet, y mañana habla de la crisis en la frontera guatemalteco-mexicana o la independencia de Cataluña. Hoy viene David Bisbal y el tema del día siguiente puede ser el bullying en El Salvador. 

El bloque de cuñas me muestra propaganda de una votación normal (Puerto Rico), una publicidad turística de Paraguay cantada en guaraní (juré escuchar “petipuá”), relojes caros que se ostentan en inglés, un señor que me echa en cara arrogante que “el futuro es de los que saben” (Guillermo Arduino, véngase a Venezuela) y, cuando casi olvido que estoy en Caracas, un video que en 30 segundos recorre los picos telenovelescos del reciente proceso electoral venezolano se me clava como una puñalada.

Si tuviera que detectar un patrón, diría que a Cala le gusta el “picantico”, algo común a toda la raza humana. A Carolina Acevedo, que preferiría hablar de Almodóvar, le hace morderse el labio, incómoda, cuando le recuerda que ella pasó desnuda y de manera gratuita para la revista Soho: “Yo hago eso y le pongo precio”, asoma el intrépido Ismael. Con Eduardo Rodríguez, un galancete mexicano realmente inmamable (así dicen en mi país), se extiende en la anécdota ya prehistórica de que participó en el Míster Mundo 1998 y  desfiló “en vestido de baño”.
Con paciencia, a David Bisbal (un españolito seráfico que a los treinta y pico de años dice cosas como: “Siempre he sido un muchacho responsable”) le arranca la confesión: “Todo el mundo dice que no tengo nalga. ¡Hombre, pero yo no me voy a inyectar!”. Cala, relamido, saca entonces a colación a un amigo dueño de un spa donde ofrecen un tratamiento de “blanqueamiento de ano”.

Cala es un enigma. Todos los somos. Aquí y allá uno va recolectando las migajitas que él suelta de sí mismo (que prefiere el Barcelona al Real Madrid, que le gustan sus propias piernas, que cree en las energías, que su mamá prefiere ver la telenovela que Cala, que él también fue víctima de acoso en el colegio, sin más detalle), pero se queda siempre al borde de una confesión abierta que me haga sentirle más cercano.

Mi gran decepción ocurre invariablemente en el segmento que denomina “la reflexión”, al principio del programa. Uno cree que el buen Ismael, que escapó de Cuba a Canadá en 1998, soltará allí la clave para entender qué sucede en Venezuela, pero lanza al público unas inquietudes insoportablemente leves (“¿Ustedes como consumidores se dejan guiar por el prestigio?”) o un pensamiento al estilo: “Hoy es el día de mañana por el que tanto te preocupabas ayer. En vez de preocuparte, ocúpate”.

La entrevista con Daddy Yankee, que le quedó redondita, aumenta el desasosiego sobre mi futuro laboral cuando el reggaetonero del cabello de casco y el cutis de nácar, después de cantar a capela sobre una chica que le tiene el cuello como un abanico y conferenciar sobre sus marcas personales de tequila o headphones, habla con propiedad de la revolución digital y la decadencia de los medios de comunicación tradicionales: “Con las redes sociales puedo llevar una canción al número uno sin necesidad de difusión radial”.

En mi búsqueda inconsciente y desesperada de un líder iluminado, alguien capaz de encontrar el punto medio entre el socialismo saudita venezolano y cascarones de democracias liberales como las de España y México, quizás se me olvida que Cala no es lo que quiero que sea, y que debo apreciarlo por lo que es: una fantasía para cualquier sexo y un entrevistador aceptable que mantiene pegado, aunque sea con hilo de nylon, un archipiélago de acentos y sociedades deficitarias.        
En Twitter: @alexiscorreia

(*) Una seguidora de Twitter, @MileGalup, apunta que nuestro hombre ha confesado en pantalla que no baila bien, pero prefiero dejar el texto igual porque: 1. Me gusta dar alas a la imaginación. 2. Incluso bailando mal, Cala bailaría mil veces mejor que yo

lunes, 22 de octubre de 2012

Líderes positivos

 Las camisas de Carlos Fraga: ese tipo de ropa que yo jamás me pondría, pero que admiro cuando otros tienen la valentía de usarla


Trataba nuevamente de buscar una explicación para el país y para mi propio naufragio privado después de las elecciones y me puse a ver a Carlos Fraga (La vida es hoy, Televen, 30 minutos, de lunes a viernes a las 7:30 am).

En principio, le presté a la llegada de Fraga a Televen el mismo interés que a la del "Ángel" Gabriel Novoa a Venevisión: ninguno. Creo que la ciencia y ponerse en cualquier tipo de actividad ayudan más a salir de la depresión que la autoayuda o el esoterismo. Pero de la misma manera que la doctora Nancy, que maneja algún tipo de instrumental de psicología aplicada, me parece mejor (alguien dirá: menos peor) conductora para un talk show que sus colegas, distingo en Fraga un líder positivo, si se me permite invertir aquella cuchitura de líder negativo que algunos inventaron para los pranes de las cárceles.

En el amenísimo libraco de historia cultural Del amanecer a la decadencia (2000), cuya lectura (ya en forma de páginas desguazadas para su cómoda transportación) retomé en la cola electoral de 5 horas, Jacques Barzun sostiene que no hay nada más engañoso que la palabra “realista”: todas las experiencias humanas, incluso la de un tipo que asegura hablar con los muertos, son percepciones subjetivas de la realidad, y por lo tanto, realistas. En el caso de Carlos Fraga, por lo tanto, diría que más que un realista es un “aristotélico”: propone herramientas basadas en hechos materiales concretos y en la experiencia fáctica, más que en ideales o soluciones místicas o mágicas.

Y rescato eso por encima de que proponga un hashtag algo anticuado (no hace falta perder un valioso carácter con #VivirEnConsciencia cuando puedes ahorrarte perfectamente una "s"), de que su material de apoyo fotográfico sea bajado de Internet y más-de-lo-mismo o que solo le escriban mujeres que desahogan sus rollos de jevitas. Ejemplo: “Tengo 33 años y a mis papás no les gusta que mi novio tenga 24”
Veamos. En el programita de media hora dedicado a "La envidia", Fraga (ya suficientemente admirable por sus camisas, un modelo para la redefinición de un canon de vestuario semiformal tropical) indica que el bien y el mal habitan por igual dentro de mí “de la misma manera que la diástole y la sístole”. Y sostiene: “Todos hemos sentido envidia, la envidia tiene que ver con nosotros, con la parte oscura que debemos reconocer”. No puedo estar más de acuerdo. Como pauta o frase para que uno repita e interiorice, propone: “Todo aquello que niegues estás condenado a repetirlo, todo aquello que reprimas lo proyectarás afuera y todo aquello que aceptes te libera”. Casi nada, monada.


En los 30 minutos sobre el tema “Reentender el amor”, Fraga advierte que “el color rosa y el peluche son apenas un sector del amor, que es algo que existe adultez y responsabilidad” y que “la mayoría de las canciones románticas hablan de un amor que no existe” (a la misma conclusión llegó Julieta Venegas). Incluso cita a Hesíodo: “Al principio de todo había eros y caos” y propone nunca visualizar las relaciones amorosas como una línea ascendente, sino como "un gráfico con picos altos y bajos". Ése es mi gallo.

En el día dedicado al refrán “Cuando la guayaba está madura, llega el pájaro y se la come” (así mismo: ese puede ser el tema de un programa de TV), Fraga deja esta lección: “Todo lo que es importante en la vida siempre lleva tres cosas: 1. En algún momento duele; 2. En algún momento se dificulta; 3. Siempre implica un proceso y un trabajo”.

Debo pararme de la silla y declarar entonces con el corazón en la mano, según el conductor: “En determinada área de mi vida (la que me causa problemas) estoy verde”, para solo a partir de entonces “empezar a ver el trabajo de las abejas que tenemos adentro y producir miel”.


En la emisión sobre la obesidad, Fraga alecciona acerca de que una persona insaciable “esconde a un niño herido que nunca ha sido curado”. Uno tiene, como adulto, que hacerse cargo de su hambre y comer solo lo que se necesita. “Un pico de ansiedad dura apenas 20 segundos”, recuerda y subraya que esa sola enseñanza vale por todo el programa. Habla de tener una relación coherente con el propio cuerpo. "Las dietas no funcionan, funciona aprender a alimentarse bien". Quizás después de ver a Fraga sume un poco más de ganas para escribir mi propio libro sobre mi historia personal de bajar de peso, que debe ser más útil y rentable que escribir de televisión venezolana.

Más cosas que escuché viendo a Carlos Fraga, y que no me parecen desdeñables:
1. "Nunca tendrás el amor que soñaste, siempre tendrás el amor que necesitas" (bajarse las expectativas de perfección)
2. "Los celos son una parte normal del carruaje del amor pasional, y cuando los reprimes, atraes a tu vida a personas que te los echan en cara"
3. "El amor no es un autobús que debes tener suerte para agarrar justo cuando llega a la parada, sino algo que se debe trabajar"
4. "Nunca podrás hacer por los demás lo que no has hecho por ti"
5. "La vida no es justa, es compensatoria"
6. "La justicia que entendemos los seres humanos no es la justicia que la vida maneja"
7. "Hemos sido educados para ser buenos, no para ser felices"
8. "Las relaciones humanas no son fáciles ni difíciles, son complejas"

A diferencia de Fraga, quizás no creo que absolutamente todo en mi vida dependa de mí mismo: no controlo lo que deciden 15 millones de personas ante el tarjetón y cómo incide eso en mi futuro, sobre todo si me desempeño en el sector privado. Pero puedo distinguir a un charlatán de alguien que maneja herramientas con un mínimo fundamento concreto, y por eso recomendaría más La vida es hoy, o salir a patear calle y organizarse, antes que buscar el último video con las pruebas del fraude o la profecía del Angeólogo o Adriana Azzi sobre cuando se muere no sé quién.

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Si yo tuviera un cargo en el aparato comunicacional del gobierno, me basaría en un programa como Mira quién baila (Venevisión, lunes a las 7:00 pm) para hacer una campaña contra la emigración. Entiendo que lo que vemos en la TV mayamera no refleja a todo el conjunto de los latinos en Estados Unidos, pero cuando presencio algo como Mira quién baila, siento como un vértigo ante la posibilidad del exilio y la pérdida de lo que culturamente amo más de Venezuela.

¿Qué hay en una emisión cualquiera de Mira quién baila?
1. Alicia Machado (postulada a "mejor envase corporal desaprovechado de la historia") haciendo el ridículo como una más junto a concursantes desconocidos.
2. Chiquinquirá Delgado animando eso, otro desperdicio.
3. La flaca de El gordo y la flaca, que evidentemente no sabe nada de baile, puesta como jurado.
4. El dichoso poligrafista certificado que no habla español y que le pone el detector de mentiras a un concursante que fingió una lesión de rodilla. ¿No era más fácil una resonancia magnética?
5. La participante tetona puertorriqueña que se quiebra en el testimonial: "Yo tengo el carácter explosivo que tengo porque he tenido que superar esas cosas de la vida" (la mamá se divorció, blablablá)
6. Un homenaje a Selena. Infaltable.
7. Un baile de Bollywood tex-mex.
8. El concursante neoyorrican que aconseja paternalmente al televidente: "Por favor, no text driving"
9. El concursante de España (una especie de doble de Ricky Martin con dificultad para el contacto visual) eliminado que llora no de tristeza, sino de alegría: "He sido muy feliz".
9. Un animador calvo nada convincente acerca de que le gustan las mujeres, como trata de hacernos creer cuando le dice cosas picantes a las bailarinas o a la invitada especial Ninel Conde, y que concluye: "Hoy hemos tenido de todo, emociones, polémica, reencuentros, lágrimas y risas". Y lo más arrecho es que así fue.
Trataré de volver a una o dos emisiones futuras de Mira quién baila para retomar mi tema del vértigo al exilio mayamero y la pérdida de mi identidad cultural: esa inaprehensible vitalidad que respiro, por ejemplo, en la calle Colombia de Catia y sus tiendas que son como un túnel del tiempo.

Twitter: @alexiscorreia

domingo, 14 de octubre de 2012

EL BAZAR DE TVES

Me martirizo en el esfuerzo por comprender el país en el que amanecí el pasado lunes 8 de cotubre. Lo intento de una manera que no sea tan dolorosa, así como de rebote, de medio ladito, con India: una historia de amor (Caminho das Índias, 2009, de la escritora Glória Perez), la superproducción de TV Globo transmitida a las 9:00 pm por el canal estatal Tves, que quizás terminará convirtiéndose en el Televen de hace unos años.

La telenovela contemporánea se desarrolla mitad en Brasil y mitad en India, sexta y décima mayores economías del planeta separadas por 12 horas de avión, y los créditos iniciales son una sucesión de lugares comunes: el Taj Mahal, una mujer de ocho brazos, el dios elefante (Ganesha). En uno de los capítulos, una chica envuelta en un sari dorado, despechada por un hombre que no pertenece a su casta, llora bajo las torrenciales lluvias que jala el monzón desde el Himalaya, mientras se escucha una bossa nova al fondo: Por um momento pensar que você pensa em mim... Onde você estiver, não se esqueça de mim...

¿Qué puedo concluir en tres capítulos, sin ponerme a leer el enredo (así dicen en Brasil) en Internet? Maya, la chica despechada del sari, se va a casar con el apuesto Raj, pero por un compromiso entre familias de la India que comercian con telas, tipo Bazar Bolívar (otro lugar común).


Maya se quiere escapar con Bahuan, un  bráhmana o sacerdote que físicamente podría ser primo de Henrique Capriles Radonsky. Mientras que Raj, que viaja para hacer negocios con el consorcio brasileño Cadore, en realidad experimenta el amor verdadero por una carioca, Duda (nunca la vi en los 3 capítulos: seguro que es un hembrón, aunque Vera Fischer, a los 60 años, todavía es incomparable) . 

Márcio Garcia: o sea, Bahuan

En Brasil, un empresario, Raúl, se recupera de una balacera propiciada por un socio falaz, Ramiro, al tiempo que, en plena convalecencia, le echa los perros de frente a Yvone, la mejor amiga de su esposa Silvia. Un estudiante y bloguero indio en Río de Janeiro, Indra (ese nombre me suena, me suena), es acosado por un delincuente juvenil, Zeca, hijo de Ramiro.


Otro lugar común de postalita: los exóticos recién aterrizados del Rajastán con los ojos desorbitados ante los bikinis de Ipanema (quizás Brasil y la India son dos lugares comunes de 8,5 y 3,3 millones de kilómetros cuadrados, y ni quiero hablar de Venezuela).


Además de lo que cuesta asimilar, en el bloque de cuñas, el videoclip del aguinaldo que festeja el resultado del domingo pasado (“La gente está celebrando porque Chávez arrasó, es la voluntad de un pueblo que quiere revolución, las misiones se quedan y se queda mi pensión”, dice la letra, y no sé porqué pienso en los libros de Axel Capriles), en India: una historia de amor hay que acostumbrarse a los vocablos indios que al principio uno confunde con nombres propios.
 

Si uno lo saca por el contexto, no es tan difícil. Así, parece que “Najim” (lo pongo como lo escucho, sin googlear, además no sé googlear en hindi) es “no”, “Shaló” es algo así como “vamos a echarle pichón”, “Baldí”, padre o superior, “Mamadji”, mamá, y “Dalit”, el que no pertenece a tu casta. Y la gente utiliza a cada rato la partícula “Hare”, una especie de invocación divina: “¡Hare Babá!”, “¡Hare Laksmi!”, etcétera. Para saludar: “Namasté”, ya eso lo había aprendido de una amiga que hace yoga. En cualquier caso, gracias a Dios existe el inglés.

Quisiera pensar que Brasil e India, y no el fetiche a veces engañoso de la banderita cubana, pudieran ser modelos para Venezuela, un país en el que ocurre un proceso histórico que no es igual a ninguno de otra época o espacio geográfico. Me alivia hacer el truco sicológico de imaginar que soy simplemente un Marco Polo, el observador extranjero de algo único.



En las cuñas, además de Chávez con guantes de boxeo o guitarra eléctrica, se me presentan logros no tan tangibles: la tasa de robos, me dicen, bajó 21 por ciento entre 2009 y 2011 (fui víctima un trío de veces del otro 79 por ciento) y la chica socialista bonita (cuyas fotos en bikini en Aruba colgaron en Lapatilla.com) me informa que hay “seis veces más hogares con Internet” (yo siento la conexión lentísima). Para la revolución, un enorme riesgo, sin duda, es una hegemonía comunicacional que maximice la presunta complacencia que tanto se le criticó a los medios privados entre 1958 y 1998. 


Sin embargo, además de culto a la personalidad o rentismo, allí en las cuñas de la señal que antes era de RCTV también hay un país en el que ocurren cosas, un país donde no están detenidos esperando nuestra aprobación: se convoca a “arquitectos y arquitectas” para un concurso de proyectos del Parque Bolívar (La Carlota), los Vikingos (?) de Miranda y los Industriales de Aragua jugarán en la liga bolivariana de voleibol, Tves anuncia con bombos y platillos su próxima telenovela nacional, Teresa en 3 estaciones (son estaciones del Metro de Caracas), se celebra la exposición Conciencia soberana y transformadora en el Museo de Ciencias.


Quizás en esos espacios, más que en una cadena de Chávez, es donde hay que leer las señales del nuevo país cuya comprensión se me ajusta como una corona de espinas.
Twitter: @alexiscorreia

lunes, 1 de octubre de 2012

El falso equilibrio



Equilibrio no es que haya un canal chavista y otro opositor. La frase la escribió esta semana Luis Carlos Díaz (@LuisCarlos), especialista imprescindible en nuevas tecnologías y periodismo digital, y cambió la orientación de esta columna, que pensaba dedicar a un recorrido por capítulos sueltos de telenovelas de Venevisión (eso se puede hacer siempre). Preferí echar un vistazo a lo que transmitieron VTV y Globovisión en un día tomado al azar (el jueves pasado), en un horario importante (aproximadamente entre 5:30 y 6:30 pm), una semana antes de unas elecciones presidenciales, para constatar lo que no debería ocurrir, pero ya damos por sentado como normal.

 
Mal comienzo para RedVolución en VTV: videoclip de “Calma, pueblo” de Calle 13 acompañado por fotografías del presidente Hugo Chávez en campaña (quisiera hablar de lo deprimente que es una chaqueta en un país tropical, y de lo deprimentes que son las chaquetas azuliblancas de Chávez, pero no viene al caso). Nos hemos acostumbrado a que eso ocurra en un canal del Estado. La conductora, Lucía Eugenia Córdova, envía tuits en un monitor táctil gigante y se ve como una persona joven, pero se opone a un debate entre los dos principales candidatos. La etiqueta “que promueven varios panas en Twitter”: #10DíasVictoriaPerfecta.

El que busca extremos, los consigue. Córdova lee un artículo de opinión de Yon Goicoechea y concluye que “ellos dan por ganador al candidato de la oposición” y que “hay una campaña sistemática de la derecha venezolana” para desconocer los resultados y promover violencia el próximo domingo. Córdova se refiere a Chávez como “el candidato de la patria bolivariana” (¿el otro de dónde es? ¿De Neptuno?). Córdova muestra un video que dura 15 segundos en el que Henrique Capriles Radonsky le dice a una multitud en Cumaná: “Ya no hay espacio para que más personas trabajan en el gobierno, lo que tenemos es (sic) jóvenes desempleado en Sucre”. De esa frase, Córdova concluye que hay “un plan para achicar el Estado” (¿eso es tan malo?) y que "lo que tiene la derecha bajo la manga es un paquetazo neoliberal”.

Córdova lee un tweet de un televidente: “En la V República hemos lanzado dos satélites, en la IV República lanzaban cadáveres a fosas comunes”. Una muestra de libertad de expresión, pero evidentemente, una visión parcial de la realidad. Si yo condujera un programa en TV, leería tweets que propiciaran espacios de encuentro o un auténtico debate de ideas.



Cambio a Globovisión: Aló, Ciudadano. Leopoldo Castillo muestra una franela roja de la campaña chavista hecha en China: “Esto no aguanta una lavada”, concluye. Llamado de alerta sobre la venta del oro del BCV. Va a comenzar al acto de cierre de campaña de Capriles en Carabobo, en el estadio José Bernardo Pérez. En los prolegómenos, Caramelos de Cianuro toca “Las estrellas”, “Estrógeno” y “Asunto sexual” (espero que ninguno de esos temas tenga relación con las elecciones). Castillo comenta “Está lloviendo pero ahí no se ha movido nadie” y considera que va a ser un acto “monstruoso”.

Globovisión está cumpliendo una labor importante: informa acerca de un acontecimiento que para VTV no existe. Lo que no debería ocurrir es que, cuando se muestra la imagen que identifica a Aló, Ciudadano luego de un bloque de cuñas, se escucha una canción que dice “Hay un camino”.

Con todo y que en Aló, Ciudadano no parece haber espacio para noticias positivas sobre el Gobierno, veo más síntomas saludables que en VTV. Tanto la conductora Sheina Chang (que se viste en “Belú by Ana Rodríguez”) como Pedro Benítez, invitado de la Mesa de la Unidad, hablan del próximo domingo como un día de paz y tranquilidad. Sheina lee el reglamento del Consejo Nacional Electoral (20 puntos) y sugiere que es mejor no llevar una gorra tricolor puesta al votar: “Todos los venezolanos saben que ese día se tienen que portar muy bien”. Benítez admite que reconocerá una eventual victoria del chavismo.

Un jefe del Plan República en el estado Aragua habla en la pantalla de Globovisión, así como un vocero de la empresa socialista Metro de Maracaibo que responde a las denuncias de los vecinos sobre escombros en las calles. Leen una noticia que me parece una catástrofe: las clases se suspenderán desde el próximo martes 2 (cuatro días perdidos, más el lunes) debido a las elecciones. A veces siento gran envidia de Estados Unidos, un país donde las elecciones (con todas sus imperfecciones) se celebran un día martes y todos tranquilos.

A Lucía Eugenia Córdova le digo: voy a votar por Capriles Radonsky, pero no soy tan optimista como para darle por ganador. Aunque pierda, votaré por él porque, aunque no es perfecto, representa una visión del país más racional. Chávez se ha legitimado en numerosas elecciones, pero eso no lo hace precisamente un demócrata, y ha profundizado vicios históricos como el caudillismo, el culto a la personalidad, el clientelismo y el rentismo petrolero.

Lucía Eugenia, no tengo ningún plan para salir a la calle la noche del próximo domingo e incendiar Caracas: ese día, después de votar, más bien me gustaría agarrar una avioneta y perderme en la Gran Sabana durante un mes, porque lamentablemente los días de elecciones se me han convertido en un recuerdo doloroso de que una democracia es mucho más, muchísimo más, que marcar la cara de un tipo en un tarjetón. La democracia la construyen los 365 días del año, por ejemplo, quienes tienen la responsabilidad de hacer programas de TV.

En Globovisión diría: después del próximo domingo, los medios de comunicación también tienen que revisarse (¿y van cuántas veces?), y no solo los del Estado. Seguimos siendo miopes para salirnos de nuestro paradigma de clase media liberal y analizar desapasionadamente las razones por las que Chávez, 14 años después de las elecciones de 1998, sigue teniendo una popularidad que, dolorosamente, es un fenómeno único. El mundo seguirá existiendo el próximo lunes 8 y de aquí no se mueve nadie. Por lo menos yo no.     

Twitter: @alexiscorreia