domingo, 14 de octubre de 2012

EL BAZAR DE TVES

Me martirizo en el esfuerzo por comprender el país en el que amanecí el pasado lunes 8 de cotubre. Lo intento de una manera que no sea tan dolorosa, así como de rebote, de medio ladito, con India: una historia de amor (Caminho das Índias, 2009, de la escritora Glória Perez), la superproducción de TV Globo transmitida a las 9:00 pm por el canal estatal Tves, que quizás terminará convirtiéndose en el Televen de hace unos años.

La telenovela contemporánea se desarrolla mitad en Brasil y mitad en India, sexta y décima mayores economías del planeta separadas por 12 horas de avión, y los créditos iniciales son una sucesión de lugares comunes: el Taj Mahal, una mujer de ocho brazos, el dios elefante (Ganesha). En uno de los capítulos, una chica envuelta en un sari dorado, despechada por un hombre que no pertenece a su casta, llora bajo las torrenciales lluvias que jala el monzón desde el Himalaya, mientras se escucha una bossa nova al fondo: Por um momento pensar que você pensa em mim... Onde você estiver, não se esqueça de mim...

¿Qué puedo concluir en tres capítulos, sin ponerme a leer el enredo (así dicen en Brasil) en Internet? Maya, la chica despechada del sari, se va a casar con el apuesto Raj, pero por un compromiso entre familias de la India que comercian con telas, tipo Bazar Bolívar (otro lugar común).


Maya se quiere escapar con Bahuan, un  bráhmana o sacerdote que físicamente podría ser primo de Henrique Capriles Radonsky. Mientras que Raj, que viaja para hacer negocios con el consorcio brasileño Cadore, en realidad experimenta el amor verdadero por una carioca, Duda (nunca la vi en los 3 capítulos: seguro que es un hembrón, aunque Vera Fischer, a los 60 años, todavía es incomparable) . 

Márcio Garcia: o sea, Bahuan

En Brasil, un empresario, Raúl, se recupera de una balacera propiciada por un socio falaz, Ramiro, al tiempo que, en plena convalecencia, le echa los perros de frente a Yvone, la mejor amiga de su esposa Silvia. Un estudiante y bloguero indio en Río de Janeiro, Indra (ese nombre me suena, me suena), es acosado por un delincuente juvenil, Zeca, hijo de Ramiro.


Otro lugar común de postalita: los exóticos recién aterrizados del Rajastán con los ojos desorbitados ante los bikinis de Ipanema (quizás Brasil y la India son dos lugares comunes de 8,5 y 3,3 millones de kilómetros cuadrados, y ni quiero hablar de Venezuela).


Además de lo que cuesta asimilar, en el bloque de cuñas, el videoclip del aguinaldo que festeja el resultado del domingo pasado (“La gente está celebrando porque Chávez arrasó, es la voluntad de un pueblo que quiere revolución, las misiones se quedan y se queda mi pensión”, dice la letra, y no sé porqué pienso en los libros de Axel Capriles), en India: una historia de amor hay que acostumbrarse a los vocablos indios que al principio uno confunde con nombres propios.
 

Si uno lo saca por el contexto, no es tan difícil. Así, parece que “Najim” (lo pongo como lo escucho, sin googlear, además no sé googlear en hindi) es “no”, “Shaló” es algo así como “vamos a echarle pichón”, “Baldí”, padre o superior, “Mamadji”, mamá, y “Dalit”, el que no pertenece a tu casta. Y la gente utiliza a cada rato la partícula “Hare”, una especie de invocación divina: “¡Hare Babá!”, “¡Hare Laksmi!”, etcétera. Para saludar: “Namasté”, ya eso lo había aprendido de una amiga que hace yoga. En cualquier caso, gracias a Dios existe el inglés.

Quisiera pensar que Brasil e India, y no el fetiche a veces engañoso de la banderita cubana, pudieran ser modelos para Venezuela, un país en el que ocurre un proceso histórico que no es igual a ninguno de otra época o espacio geográfico. Me alivia hacer el truco sicológico de imaginar que soy simplemente un Marco Polo, el observador extranjero de algo único.



En las cuñas, además de Chávez con guantes de boxeo o guitarra eléctrica, se me presentan logros no tan tangibles: la tasa de robos, me dicen, bajó 21 por ciento entre 2009 y 2011 (fui víctima un trío de veces del otro 79 por ciento) y la chica socialista bonita (cuyas fotos en bikini en Aruba colgaron en Lapatilla.com) me informa que hay “seis veces más hogares con Internet” (yo siento la conexión lentísima). Para la revolución, un enorme riesgo, sin duda, es una hegemonía comunicacional que maximice la presunta complacencia que tanto se le criticó a los medios privados entre 1958 y 1998. 


Sin embargo, además de culto a la personalidad o rentismo, allí en las cuñas de la señal que antes era de RCTV también hay un país en el que ocurren cosas, un país donde no están detenidos esperando nuestra aprobación: se convoca a “arquitectos y arquitectas” para un concurso de proyectos del Parque Bolívar (La Carlota), los Vikingos (?) de Miranda y los Industriales de Aragua jugarán en la liga bolivariana de voleibol, Tves anuncia con bombos y platillos su próxima telenovela nacional, Teresa en 3 estaciones (son estaciones del Metro de Caracas), se celebra la exposición Conciencia soberana y transformadora en el Museo de Ciencias.


Quizás en esos espacios, más que en una cadena de Chávez, es donde hay que leer las señales del nuevo país cuya comprensión se me ajusta como una corona de espinas.
Twitter: @alexiscorreia

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